El Shoemaking es quizá una de las ocupaciones más antiguas del ser humano. El calzado siempre ha tenido una función básica: proteger los pies de elementos que puedan lastimarlos. Sin embargo, incluso las formas más simples y primitivas de zapatos denotan un diseño.

La condición de objetos de los zapatos es innegable. A diferencia de la ropa, que necesita de un maniquí que le impregne vida para poder ser apreciada con todos sus matices, los zapatos existen por sí mismos. Son escultóricos. Tienen forma. Son pequeñas obras de arte independientes.

Pero el proceso de fabricación de un zapato, ya sea industrial o artesanal, resulta verdaderamente complejo. En él intervienen seis fases principalmente: diseño, patronaje, corte, aparado, montado y acabado.
De cada una de ellas surge un profesional específico del sector: diseñador, patronista, cortador, etc. En suma una misma persona no suele dominar a la perfección todos los procesos. Sin embargo, esto no obsta para el conocimiento detallado del proceso completo de forma que entre todos se faciliten el trabajo con el fin de lograr un objetivo común: el zapato.

Así que no solo se trata de el diseño, sino del saber hacer y de conocer el proceso de producción, ya que las herramientas y técnicas de fabricación pueden convertirse también en recursos de diseño.